martes, 20 de septiembre de 2011

El último romántico

Allí por los años setenta, era costumbre, bailar por las calles, buscar una dama o un caballero y decirle: ¿Bailaría usted?, y las respuestas eran siempre: - Por supuesto.
 Pepe era un jóven tímido pero muy apuesto. Solía ir por la calle con las manos en los blosillos y todas las miradas de las jovencitas caían sobre él. Decidió ir a la plaza, donde se reúnen todos para bailar. Ya allí, se animó a invitar a una bella dama. Echó un vistazo, pero todos tenían pareja, menos una. Aquella chica era Alicia, hija del panadero del pueblo. Nunca hablaba con nadie, ni tampoco los miraba. Le gustaba ir al valle a sentarse en los árboles con un libro en mano.
Pedro empezó a caminar decidido a hablarle. Pero cuando Alicia vió que se acercaba, bajó la mirada y empezó a correr. Pedro se quedó de piedra. Pensó porqué huiría la muchacha de esa forma y, se marchó a casa. Una vez allí, la llamó, pero no obtuvo respuesta. Al día siguiente, Pedro acudió otra vez a la plaza, con la esperanza de encontrarla. No estaba. Siguió caminando hasta llegar al valle. Una vez allí, vió que algo se movía, era un caballo. Se acercó sigilosamente para no asustarlo, pero de pronto, entre los árboles, vió una cabellera rubia, era Alicia. Pedro se acercó y le dijo al oído: - Tu rubie melena te ha delatado, ¿por qué te escondes de mi, me tienes miedo?
Ella respondió con voz suave: - No te tengo miedo, no me gusta hablar con la gente, ni saber de hombres que no respetan a las mujeres, aunque tú no seas uno de ellos.
- Yo respeto a las mujeres más que a mi mismo, es lo correcto.
Estuvieron hablando durante horas, sentados junto al caballo blanco.
Desde el valle, se escuchaba la música que sonaba en la plaza, era la hora del vals.
Pedro le preguntó a Alicia si quería bailar. Ella accedió con un tono agradable y le dijo al oído: Creía que no quedaban hombres así.

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