miércoles, 24 de diciembre de 2014

Merry Christmas

Candados que esconden amores eternos o quizá, solo rollos de una noche que se creían eternos. Pero nada es eterno, y menos el amor, la felicidad, ni nada que creas que te hace feliz o infeliz. Ahora mi alma está atrapada en algún sitio con candado, indecisa, ahogándose o tal vez quemándose entre palabras, miradas, sueños, que algún día existieron, y al siguiente desaparecieron.


Quedó destrozado. Más que destrozado quedó desgarrado y en tiras. Os preguntaréis el qué. Obviamente no hablo de otra cosa más que del candado que me protege del amor. Lo cogieron, me lo arrebataron, y entraron como si nada. Me enamoraron. Y como toda persona que enamora, destroza.
 En toda relación está 'el dejado y el dejador', como dice el libro 'El Teorema Katherine' (libro recomendado para superar rupturas). Yo soy la dejada. Me robaron la sonrisa durante un buen tiempo y ahora la estoy recuperando, intento no pensar en ello, seguir con mi vida porque es lo que es, MI vida. Lo único que no pueden arrebatarme. Madura, me digo. Es lo único que puedo hacer. Pasar página. Algunas personas lo tienen más fácil para olvidar a quienes han sido muy importantes para ellas. (A veces me pregunto si es que a lo mejor no han sido lo suficientemente importantes) Pero yo no soy así.  Me duele el doble, o el triple. Y luego lo supero. Después de un largo tiempo consigo entender que estoy perdiendo mi tiempo lamentándome por cosas que no van a volver jamás, por experiencias que me ayudan a crecer. No me arrepiento de nada. De lo único que me arrepiento es de no haberme dado cuenta antes. 
Y sí, veré fotos o tendré recuerdos y pensaré 'joder, esto no va a volver jamás'. Pero lo que te enseña el amor es que nunca puedes evitar el dolor. Siempre lo vas a sentir y luego, lo vas a superar.

He recuperado mi candado y no lo pienso perder en mucho tiempo.

¡Feliz Navidad y próspero Año Nuevo a todos mis seguidores! Que tengáis un 2015 que valga la pena enmarcar.

lunes, 21 de julio de 2014

Repost: frágil como una muñeca

Y mil gracias por darme esa oportunidad de ser rechazada, de romperme por dentro como si millones de cristales quebraran. Frágil como una muñeca de porcelana, esas que venden en cualquier tienda a la que tú no irías. Por eso no conoces mi estado, ni sabes como me siento ahora. Te crees fuerte, y quizás lo seas, pero por dentro no eres más que un barco de papel, porque sé que sabes que me has hecho daño, y que lo sientes mucho, pero yo no te perdonaré tan fácil. Las muñecas no sienten, no recuerdan, no olvidan, no lloran, no aman, no se estremecen al recordarte... Tampoco temen a la muerte, porque no mueren, se rompen en mil pedazos. Me siento una muñeca de porcelana frágil, que va a romperse dentro de poco.



Ojalá pudiera levantarme con amnesia, y olvidar todas estas pequeñas estúpidas cosas que me hacen sentir frágil.

martes, 8 de julio de 2014

Memorias de jóvenes enamorados

Sí, otra entrada que va de amor. Joder, el amor lo es todo. El amor es dolor, es felicidad, es cambio, esperanza, soledad, compañía, tristeza.



Y por fin lo he conocido. He conocido a la persona ideal para mi adolescencia. Sé que no nos vamos a casar, y a lo mejor algún día dejaremos de querernos, pero por ahora es la persona que me hace sentir bien siempre, me valora, no le importa que tenga veinte mil defectos. Sus ojos brillan cuando me ve y los míos 'laten' por él. La edad no importa.

Tal vez penséis que esto es una cursilada y que no merece la pena leerlo. Pero bueno, sólo estoy en mi blog escribiendo lo que siento, como siempre hago.

Creo que todas las chicas de entre 13 y 20 años nos infravaloramos, aunque sea alguna vez todas lo hemos hecho. Y esto, ¿por qué? Quizás porque no encontramos el amor de nuestra vida, o nuestro 'pequeño infinito', o porque no sabemos qué queremos hacer con nuestras vidas, porque el Selectivo decide por nosotros, porque estamos llenas de inseguridades y defectos que sólo vemos nosotras. Son cantidad de pequeños problemas de los que hacemos una bola enorme y hacen que seamos quienes somos.


Esta claro que todas quisiéramos un Augustus Waters y que nos diga cosas bonitas como que el mundo no sería nada sin nosotros, no somos conformistas. No queremos ser víctimas del dolor que provoca el amor, y por eso a veces estamos ciegas. ¿Ciegas de amor? Es el humo del cigarro que te impide ver al que se está estropeando los pulmones, la niebla que no te deja ver el fotogénico paisaje que tienes delante: el amor.

Menudo dilema el que se nos presenta. Cosas de adolescentes y jóvenes enamorados que algún día descubrirán que se pasaron más rato lamentándose por tonterías que disfrutando de la mejor etapa de sus vidas. Menudo dilema. Así somos, jóvenes encerrados y ciegos (de amor, claro).

viernes, 25 de abril de 2014

Café solo

Mañana es mi decimoctavo cumpleaños. Estas últimas semanas las palabras que más han repetido mi boca han sido 'no pasa nada'. Siempre pensé que era inevitable que las personas te fallasen, pero no estas personas. Es como si me hubieran dado una patada en la columna vertebra y hubiese vomitado esas palabras. 'No pasa nada'. Vaya mentira, claro que pasa pero no lo quiero admitir. Hoy, mi último día con diecisiete, me he sentido como una niña de cinco por llorar por tal estupidez, porque siento que muchas personas me han fallado a la vez y no solo por esta tontería. Se alejan como palomas cuando las asustas, joder. ¿Qué habré hecho? ¿Criticar, reírme de otros, ser mala? Como si no lo hiciera TODO el mundo, y remarco TODO porque no se salva ni el más bondadoso. Y sí, mi corazón ahora está débil, no tiene ganas de cumplir dieciocho y que le digan que ya no tiene edad para llorar por estupideces, que ya es hora de que empiece a hacer las cosas por su cuenta y madure. Todo esto me lo dicen como si ellos fueran lo suficientemente maduros para decir la verdad cuando la tienen que decir, como si fuesen capaces de no reírse de la gente cuando no deben, como si ellos no lloraran, no sintieran. Es necesario llorar, pues si no conociéramos el dolor jamás llegaríamos a ser felices.


Tal vez sea hora de dejar salir ese Peter Pan que tenemos dentro, aunque a veces es necesario mantenerlo.