miércoles, 18 de noviembre de 2015

Change

Un día va bien; el siguiente es un agujero negro del que no tienes escapatoria. Qué sentimiento. ¿Cómo describirlo? Derrochas alegría con esa media sonrisa mañanera y esas ojeras de no haber dormido nada. ¿Por qué? ¿En qué piensas? No lo sé. En todo. Quizás en nada. ¿Qué haces aquí? No lo sé. ¿Qué quieres? No lo sé. ¿Te vas a decidir alguna vez por algo? No lo sé. 

Ese es tu día a día. Déjame explicártelo: te levantas por la mañana, pensando en el largo día que te queda por recorrer. Te diriges al baño, y te aseas. Te miras al espejo, y ¿qué ves? No lo sé. Desayunas, y te vas. Emprendes tu viaje: un día en el que no puedes saber qué va a pasar, quién va a pasar. Llegas a tu destino y saludas a tus conocidos. Ves en su mirada lo que piensan de ti "qué cara de cansancio" "seguro que no ha dormido nada" "tiene cara de mala leche" "mejor le dejamos en paz"... Un sinfín de conclusiones extraídas de gente que no tiene ni idea de que se te ha acabado el corrector esa mañana, y por eso esas ojeras y esa cara de cansancio. Te sientas en tu lugar de siempre, rodeada de la gente de siempre, y pasan las horas, hasta que vuelves a preguntarte lo mismo, una y otra vez. ¿Qué hago aquí? ¿Quién es esta gente? ¿Qué quieren de mí? ¿Qué quiero yo de ellos? ¿Qué quiero yo de mí? 

No lo sé.

Rutina. Sales de ese lugar. Desenredas tus auriculares en busca de algo que aleje tu mente por unos minutos. Música. En un abrir y cerrar de ojos vuelves a estar en tu habitación, sobre la cama, mirando las fotos colgadas en tu pared. Cierras los ojos, y vuelves a hacerte las mismas preguntas, otra vez. Y la respuesta es siempre la misma.

No lo sé.