Y ahora me siento en silencio,
intentando no escuchar ni un rezago
de tu risa,
ni el ruido de tus lágrimas al rebotar,
en el suelo,
ni el sonido de tu corazón,
convirtiéndose en piedra.
¿Por qué evitar miradas,
si lo más bonito de ellas es
observarlas?
El reflejo en ellas
de la ventana
en un día lluvioso,
como cuando reías
y me contagiabas la risa,
como cuando te asustabas
y yo fingía estarlo,
como cuando éramos.
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preciosa entrada
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