jueves, 24 de mayo de 2012

El amor era como un juego fácil de jugar.

Hasta que los separó la distancia. Ella echaba de menos sus ojos color café y él sus labios sabor a fresa. La distancia los consumía y hacía que se olvidaran de las demás personas. Mientras esperaba el día en el que llegara él, ella encendía un cigarrillo y escuchaba canciones de Nirvana, a él le encantaba. Añoraba los días de lluvia tumbados en la cama y el olor que desprendía las sábanas. Se acurrucaba apoyada a él mientras que él le cantaba 'Yesterday', porque sabría que ese día llegaría y que añoraría el ayer. Le recordaba con una sonrisa, y lloraba cada vez que recordaba la suya. La distancia les había arrebatado el amor que se tenían. El día en el que se había puesto el más bonito de sus vestidos y pintado los labios de rojo, fue a la estación de tren para recibirle. Una vez allí, esperaba ansiosa a que se abrieran las puertas del tren, y darle uno de los millones de besos que les quedaban por besar. Mientras, recordaba las noches empapadas de amor y las lunas llenas de pasión que creaban. Cuando se abrieron las puertas, en bajar el último pasajero, no vio a nadie más, sólo a una señora un poco mayor sentada al final del vagón, tapándose la cara con un pañuelo. Al preguntarle que le pasaba, la señora se quitó el pañuelo de la cara y la reconoció, la madre de él. Empezaron a caer las lágrimas de sus tristes ojos mientras escuchaba la historia, la versión que le decía que nunca más le volvería a ver; que le decía que le recordase por sus canciones y sus besos en el cuello.




"Defiendo la revolución en nuestras cabezas".



Hoy echo de menos el ayer.

1 comentario:

  1. Entre la canción que tienes de fondo, y la entrada... Pues haces que derrame un par de lágrimas.
    Jo... he de decir que has tocado uno de mis temas favoritos: La distancia. Y con ella has escrito una historia preciosa. ¡me encanta!
    Te sigo:D Un beso. <3

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